A solas ante el Universo

Blog de una manchega, astrónoma, pero sobre todo aventurera

En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre me acuerdo demasiadas veces, nací hace algo más de 30 años en el seno de una familia bastante tradicional. Ni mi padre ni mi madre tuvieron la oportunidad de estudiar más allá de lo básico de la época, como ellos me decían muchas veces: “antes, todos éramos tontos”.

IMG-20161227-WA0021Mis primeros recuerdos transcurren por supuesto en el pueblo, en el colegio público al que iba, no había más opciones, jugando en el patio de mi abuela con la primera cosa que me encontraba, en las numerosas eras que había cerca de mi casa que entonces estaba “a las afueras” del pueblo, jugando con montones de arena, construyendo casas con tejas o con ladrillos que robábamos de las obras de casas nuevas que se construían por el barrio… en definitiva, como niña, la palabra aburrimiento muy pocas veces formaba parte de mi vocabulario.

Los veranos solía pasarlos en casa de la abuela Isidra, mi abuela materna. Ahí aprovechaba para jugar a mis anchas con los amigos del verano e ir a la piscina del pueblo, mientras mis padres se deslomaban a trabajar aprovechando la temporada alta de trabajo en los ajos (ya lo sufriría en carnes propias unos años más tarde).

Desde muy pequeña, me recuerdo a mí misma como una niña curiosa, curiosa sobre todo por entender las cosas que pasaban a mi alrededor, tanto sociales, como de la naturaleza. Mi abuela Isidra solía decirme que si salía a jugar, no tenía que hablar con gente desconocida, porque el mundo estaba lleno de “tíos malos”, a lo que yo solía preguntarle, “abuela, ¿y por qué hay tíos malos?”. Pobre abuela.

No fue hasta lo que debió ser la primavera del año 1995, con apenas 8 años, que encontré algo en la naturaleza que SÍ que me impresionaba y despertaba mi curiosidad hasta límites insospechados. Aún recuerdo perfectamente el dibujo que había en las dos primeras páginas de ese libro de Conocimiento del Medio. Era el observatorio de un astrónomo\, un hombre mayor calvo, entrado en canas, con una bata blanca. El observatorio consistía en un escritorio lleno de figuras geométricas y papeles y un maravilloso telescopio muy largo. Entonces, mi maestro don Aníbal, empezó a hablarnos de que la Tierra orbitaba alrededor del Sol, completando una órbita cada año. Pero además había otros “mundos”, distintos a la Tierra, que también orbitaban alrededor de nuestro Sol con diferentes periodicidades: Mercurio, el más cercano al Sol, Venus, el “gemelo” de la Tierra, Marte, el planeta rojo, Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar sólo compuesto por gas, Saturno, el planeta con anillos, y luego ya estaban los dos azules, Urano y Neptuno, y finalmente Plutón. Un planeta lejano, frío y misterioso. ¡Pero eso no era lo único! Además, ¡nuestro Sol estaba dentro de una galaxia, llena de soles como el nuestro y potencialmente con vida! Hasta ese entonces, jamás me había planteado dónde es que la Humanidad realmente vivía, ni mucho menos, todas esas estrellas que entonces podía ver desde mi balcón en la noche, fueran potencialmente los soles que calentaran a otras personas a miles de millones de kilómetros de aquí. Más tarde, mi queridísima maestra Pili, que me enseñó desde los 10 a los 12 años, también contribuyó mucho a alimentar mi curiosidad sobre la astronomía. Desde  entonces, esa idea ha sido la que más me ha fascinado y la que guiado mi vida.

Las siguientes Navidades, mi tío Rafa, hermano de mi padre que vivía en Madrid y que siempre nos traía los mejores regalos, me trajo un telescopio. El pobre no sabía lo que hacía. Nos enseñó a mí y a mi padre a manejarlo: alinearlo, enfocarlo, ver qué pasaba al cambiar oculares… ¡todo esto en pleno mes de enero!\ con este telescopio empecé a descubrir el cielo por mi cuenta: vi la Luna, Venus, estrellas varias que no tenía muy claro lo que eran, me fijé que en ciertas épocas del año había una estela de pequeñas mini-estrellas que cruzaban el cielo (entonces no sabía que esa era nuestra propia Vía Láctea). Muchas veces me pregunto qué debían pensar mis padres de la nueva afición de la niña…

Así siguieron las cosas durante años, hasta que la “niña” creció y llegó la hora de que fuera a la universidad. Por supuesto, yo jamás me había planteado estudiar otra cosa que no fuera Astronomía, aunque en España no existía la carrera en sí misma, sino que era una especialidad de Física. ¿Y qué les parecía a mis padres, especialmente a mi padre, que la “niña” se fuera lejos de casa (a Madrid, ¡a 150 km!) a estudiar una carrera que sonaba tan útil como Astronomía? Pues lo que les parecía, era poco menos que una locura. Pero al final, después de mucho discutir y a sabiendas de que iba a tener que dejarme los cuernos estudiando los próximos 5 años para mantener mi beca universitaria para que mis padres me permitieran seguir mis estudios sin trabas, me marché a estudiar a la Universidad Complutense de Madrid.

Después de 5 pesados años de carrera, me licencié en Ciencias Físicas. Hice 1 año de máster en Astrofísica, también en la Universidad Complutense de Madrid, y al acabar me aceptaron en el programa de doctorado IMPRS, en Heidelberg (Alemania), para hacer mi doctorado en el instituto Max Planck de Astronomía. Cuando me convertí en doctora, me marché a hacer un postdoc de vuelta a España, en el Instituto de Astrofísica de Canarias, y después de eso, con bastante ilusión por hacer ciencia, aunque ya me habían dado razones como para odiarla, me vine a hacer otro postdoc a la Universidad de Arizona, en Tucson, a apenas 114 km de la frontera con México….

\ Hombre, por supuesto, en los años 90 el feminismo no era muy conocido en mi pueblo, ni siquiera hoy lo es.

\ La temperatura mínima media del mes de enero en mi pueblo es de 0.5ºC (fuente: https://es.climate-data.org)

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